Esto es una chorrera de casi ochocientas palabras de algo personal que poco interés puede tener para cualquiera que no me conozca. Sobra decir que lo más sano es obviarlo y volver en breve, cuando escriba algo más interesante. Pero es una de esas catarsis que uno hace “porque el blog es mío y hago lo que quiero” y porque espero que sirva para marcar un hito a partir del cual pueda reconciliarme con mi alto ego (con O) de programador y que se note. 🙂
Qué pasó que dejé de escribir? Un amigo diría que pasó la vida, pero me parece que perdí el rumbo (como tantas veces, que parece que uno es adicto a adoptar los estándares sociales) y terminé haciendo vida de empleado.
Aca viene la aclaración de siempre (y que calculo que como siempre, va a salir mal). No tengo nada en contra de la gente que es feliz trabajando por un sueldo fijo, durante un horario fijo, teniendo como mayor responsabilidad la de cumplir con el horario para poder una o dos veces por año, disfrutar de merecidas vacaciones. Simplemente me parece que trabajando y viviendo así la creatividad se va durmiendo y la vida deja de tener proyectos realizables para convertirse en un gran racconto de anécdotas pasadas para realzar el ego actual (golpeado por la realidad, que le gusta repartir palos a diestra y siniestra).
Volviendo a mi rumbo, el año pasado conseguí dos clientes que me dieron la falsa sensación de estabilidad económica (dos ingresos bastante fijos, del orden de los U$400 cada uno), que si bien no son mucho para vivir en Argentina, alcanza para pagar los gastos de la oficina (desde alquiler hasta la contadora) y mantener la falsa idea de “programador freelance” (en lugar de empleado sin horario pero a tiempo completo). Esto hizo que fuera aplazando proyectos hasta que perdieran sentido, interés o ya los viera realizados (mejor y más bonitos de lo que los había planteado yo 🙂 ).
El ver que en las weeknotes se repetían los proyectos, no se cerraban todo lo que quisiera y demostraran más un estancamiento profesional (tanto por las tecnologías usadas como por la incapacidad de hacer avanzar el desarrollo) que lo mucho que me gusta programar tampoco colaboraba con el estado de ánimo necesario para todos los días levantarse y sentarse a programar como un desquisiado hasta la próxima reunión o si el día estaba tranquilo, hasta la hora de la cena.
Un tercer factor (algo más tonto) fue el hecho de ver que lo único que estaba haciendo por estos lares era comentar los libros que leía. Como ejercicio de escritura está bueno, pero dado que pasaba más tiempo programando que leyendo, el no escribir sobre lo que más me gusta y hago, calculo que se debe a un estancamiento profesional más que a falta de tema.
Estos tres factores hacían que viviese bien, sin documentar mucho lo que hacía (no sea que alguien también se diese cuenta de mi somnolencia programadoril) y preocupandome principalmente de cumplir con “los dos clientes que pagan la olla”, manteniendo más que atendiendo bien al resto de la cartera (suena a decir “vivia en la Matrix y no me molestaba”).
Hace no mucho tiempo, se sucedieron una serie de cuestiones que me sacudieron un poco las ideas con uno de los clientes/patrones. Básicamente se juntaron dos factores que me molestaron mucho. Un exceso de maltrato profesional (metricas absurdas para minimizar los trabajos, requerimientos estrambóticos sobre tecnologías obsoletas y la necesidad de dar soporte presencial a la vez que cumplía los plazos de desarrollo), sumado a un par de cuestiones “de principios” que nunca toleré, me hicieron dejar de tener una relación comercial con ese cliente (con la gente que conocí ahí la relación sigue, el problema fue simplemente en el ámbito laboral).
Al venir “durmiendo en los laureles”, la realidad empezó a golpear (primero la puerta y después la cara). Economica y anímicamente. Se juntaron gastos que venían retrasándose por motivos ajenos desde hace tiempo, llegó a casa Emiliano Luciano (pero le decimos “Taca” por un tic que tiene) lo que nos obliga a pasar más tiempo en casa y con la tensión que lleva integrar un perro macho en un ambiente donde hay dos familias, cada una con su perro macho (y sus límites) sin que se produzcan mucho derramamiento de sangre y La Torre empezó a reclamar atención, en algunos casos de forma urgente.
Con todo este sacudón, no había forma de no despertar y volver al ruedo. A nivel proyectos, por suerte (muchísima suerte la verdad), hace no mucho volví a programar con Eduardo, lo que me obligó a desentumecer unas cuantas neuronas y ver si podemos sacar conjuntamente un proyecto adelante. También tengo un par de proyectos medio dormidos (GTV por ejemplo) en los cuales estoy trabajando.
Si bien uno es animal de costumbres, (más estilo Sísifo que Heracles), estoy tratando de reorientar los procesos (desde la parte comercial hasta el espacio de desarrollo) para evitar caer en los mismos errores y mejorar tanto mi performance profesional como la calidad de vida.
Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeh! Mmmmmmh!
Nadap!
Pasaba por acá y se me ocurre decir que el clasismo no es territorio ideologico exclusivo del asalariado en cualquiera de sus formas.
En cualquiera de sus variantes. 😛
Ósculos for everybody!
Tamadre… programate un manual de como usar esta “” porqueria
I don’t even know the way I ended up right here, but I believed
this publish was good. I do not recognise who you might be however definitely you’re going to a well-known blogger in the event you are not already.
Cheers!